martes, 13 de julio de 2010

Un saludo, una lágrima



Según San Juanka

Con apenas ocho años, Carlos ya sabe lo duro que es la vida: su padre falleció tiempo atrás.

Como consecuencia, su madre, de condición humilde, tuvo que trabajar día y noche; viéndose obligada a dejarlo en La Ciudad de Los Niños, lugar que acoge a huérfanos, menores con hogares disfuncionales y niños cuyos padres no pueden hacerse cargo de ellos.

¡Tampoco es un reformatorio! Los niños son visitados por sus padres y – en la mayoría de los casos – por personas quienes desean hacer labor social con estos indefensos.

Hace mucho no acudía a este grato refugio, pero hice un tiempo en mi atariada agenda y hace dos sábados fui hasta allá.

Dio la coincidencia que al primero en ver fue a Carlos quien vino a mis brazos desesperadamente.

- ¡Hola! ¿Cómo estás? – le pregunté.

Rompió en llanto desgarrador y doloroso como si un gran sufrimiento surgiera en él.

- ¿Qué pasa? ¿Por qué lloras? ¿Qué te han hecho? – no sabía qué hacer.

Entre sollozos me dijo que su cumpleaños había sido la semana pasada y su mamá no se había acordado.

Sentí un gran nudo en la garganta y de inmediato las lágrimas empezaron a brotar. Lo único que se me ocurrió para decirle que seguramente su mamá estuvo buscando un regalo bonito para darle.

¿Qué decirle a un niño de esa edad y en esas condiciones cuya única fuerza es la visita de su madre?