martes, 13 de abril de 2010

De 23 a 24: de dólares a soles

Según San Juanka

Hasta hace un año cuando cumplía 23 primaveras, algunas personas me llamaban para saludarme y felicitarme por mi onomástico; y otras simplemente lo hacían para dejarme un mensaje para alguien quien ni siquiera conocía.

Incluso, me ordenaron regresar inmediatamente, pero como hasta ese momento no había salido a ninguna parte, opté por responder: “no te preocupes, de inmediato voy.”

Sinceramente entre todas estas llamadas y visitas algo esperadas, había una que ansiaba: la de mi madrina quien se acuerda generosa y sustancialmente de este día, prometiéndome varios dólares que por cierto no caen nada mal a la economía de nadie.

Un año después, la historia se repetía: era 4 de abril entre las 6 y 7 de la noche (hora en que mi tía y también madrina llegaba del trabajo), sonó el teléfono y apresurado corro a contestar.

Comienza con la parte protocolar: saludos, felicitaciones y hasta buenos deseos; pero nada de la propina anual hasta que preocupado porque le haya dado una ataque temporal de alzheimer le pregunto inocentemente cuándo nos veremos para que me de todo lo que dijo de manera personal.

De inmediato, refunfuñando me dice que me despreocupe porque cuando se encuentre con mi mamá le dará personalmente algún regalito.

En ese momento sentí que el alma me volvía al cuerpo.

Días después, la desilusión llegó: mi mamá se había encontrado con esta tía quien le había encargado diversas diligencias las cuales no me interesaban. Al final me entregó el sobrecito.

Creí que era un chiste, pero se convirtió en la más triste realidad: dentro del empaque había un billetito, pero en vez de tratarse de dólares se convirtieron – de un año a otro – en soles.

Espero que para el próximo año no se convierta de soles a céntimos.

sábado, 10 de abril de 2010

Asiento reservado para personas no adecuadas

Según San Juanka.

Sorprendido quedé cuando hace un buen tiempo el gobierno obligó a todo transportista público a tener asientos reservados para personas discapacitadas, embarazadas, madres con bebes en los brazos y ANCIANOS.

Ahora, quiero hacer hincapié en el último punto: Ancianos, viejos, vetustos, abuelos, arrugados y otros sinónimos.

Tal vez pueda equivocarme, pero el concepto que yo tengo de alguien de la tercera edad y quien se merece el asiento debe ser una persona que le cueste, incluso, mantenerse de pie.

Y ¿por qué insisto en este concepto extremista? Pues, en realidad, al igual de sorprendido que quedé por la medida del gobierno, también me asombra de sobremanera que muchos de mis congéneres (jóvenes tanto hombres como mujeres) cedan el lugar a señoras y señores con algunos años encima, varias arrugas y muchas canas o, a veces, cabellos pintados; pero que tranquilamente pueden viajar asidos de los pasamanos y que por supuesto, no necesitan que les den el asiento.

Imagino que ya estarán pensando en galardonarme como “Malcriado del 2009” o “Descortés del año”; no obstante estoy convencido que este tema algo escabroso es simplemente idiosincrásico debido a que en el asiático país de Japón hasta la más “pasita” de las personas se molesta cuando cualquiera les ofrece el lugar ya que se sienten insultados en su calidad de personas.

Ahora, con esto no quiero decir que pensemos como japoneses o asiáticos, simplemente debemos darnos cuenta que el objetivo de los asientos reservados son para personas discapacitadas, embarazadas, madres con bebes en los brazos y ancianos con edad bastante avanzada y necesiten apoyo para sostenerse por su cuenta.

9:15 am

Según San Juanka

Día 1:

Camino por una calle cercana a casa acompañado de una chica. Observo un carro. Dos tipos de mala apariencia bajan del automóvil y luego se acercan sospechosamente a nosotros. Me pongo nervioso porque pienso que nos van a robar. Le digo a mi acompañante que corra, pero la pobre está tan distraída, que supone, le estoy jugando una broma.

Sin embargo, al darse cuenta que vienen por nosotros, no sabe qué hacer. Le digo que corra. La empujo, suavemente, contra el grifo que está a escasos metros de donde nos encontramos. Ella espera porque no sabe lo que me pasará. La miro penetrantemente y lo primero que me pasa por la cabeza es decirle un simple: “¡corre yaaa…!”. Ella se decide a escapar.

Quedo petrificado, momentáneamente, por el temor a que la alcancen y yo sin poder defenderla. Después, me doy cuenta que el objetivo verdadero soy yo. Ambos sujetos se abalanzan, ferozmente, contra mí.

En un abrir y cerrar de ojos, estoy sobre uno de los malhechores que está en medio de la pista, boca abajo y al parecer inconciente. Mi rodilla izquierda, extrañamente, está en su espalda, como símbolo de dominación, mientras mis dos manos forcejean con su inmóvil brazo derecho. Levanto la cabeza y veo que su acompañante viene aparatosamente, a defenderlo. No sé cómo, pero, también, termina en el suelo y en la misma posición que el otro, con la diferencia que éste último sabe que no puede moverse porque al primer movimiento le quebraré el brazo. Su dolor, parece, intenso. De repente alzo la mirada y veo que dos más pretenden acercarse. Sin embargo, se detienen y, al parecer, cambian de opinión. Luego gritan que me dejen y dan por terminado el atraco.

Me quedo tranquilo un momento porque pienso que tengo la situación bajo control. Pasan los minutos y empiezo a desesperarme porque nadie llega a auxiliarme. Veo que en el grifo no hay una sola persona. Por la avenida pasan algunos carros que no se detienen, e intuyo que no se imaginan que necesito ayuda. Mis fuerzas empiezan a abandonarme. Poco a poco suelto al delincuente mientras, por fin, aparece un patrullero. El auto de los malhechos cómplices se aleja rápidamente. Mi agresor, pese a que tiene el brazo roto, intenta huir y suelta un grito espantoso.

Despierto y Camino hasta el grifo, a una cuadra de mi casa, sin pensar en lo que soñé. No encuentro a nadie.

Día 2:

Me despido de mi mamá, quien me advierte que tenga mucho cuidado y no valla por lugares peligrosos. Yo, tercamente, y haciendo casi omiso a sus ruegos, le replico que no pasa nada y que no tiene por qué preocuparse. Camino hasta el paradero. Al llegar me percato de la presencia de tres jóvenes. Ellos conversan y, aunque tienen apariencia de no ser peligrosos, tomo mis precauciones y acelero el paso. Me voy hasta la siguiente cuadra, hasta un parque desolado. Para asegurarme que no me puedan alcanzar porque pienso que me vienen siguiendo, troto ligeramente y luego corro. Camino a mi derecha y me topo con una pared sin tarrajear.

En media calle, sin detenerme ni desacelerar, giro la cabeza por la izquierda y con el rabillo del ojo miro y con espanto confirmo mis sospechas, los tres tipos sí me seguían. Uno de ellos saca un revolver y, sin mencionar palabra alguna, le dispara a su amigo sin aparente motivo.

No conforme con un disparo, jala el gatillo nuevamente volviendo a pegarle otro tiro. Nadie se asoma ni aparece. Anonadado por la escena, me detengo. Instantes suficientes para ser testigo de cómo el aún moribundo coge la pistola y de un certero disparo en la frente pone fin a la vida de uno de sus amigos. Antes de conocer la reacción del tercer integrante de este grupo, escucho a mis espaldas un grito: sube ahora mismo. Era mamá quien pasaba por el lugar guiada por su instinto maternal.

Despierto y Camino hasta el parque, a dos cuadras de mi casa, sin pensar en lo que ocurrido. No encuentro a nadie.

Día 3:

Ambos sueños fueron reales, en dos días consecutivos y en ninguno me di cuenta de qué se trataba, hasta que el tercer día me desperté a la misma hora: 9:15 a.m. De este tercer día no logro recordar que soñé. Salgo a la calle y no encuentro a nadie.

¿Por qué no se mueren?

Según San Juanka

Más que un extremismo, lo denominaría un bien a la sociedad ya que su ausencia de este mundo daría la tranquilidad necesaria para muchos quienes deseamos andar libremente sin temor a lo que pueda pasar volteando la esquina.

A mi parecer el tema está claro, sin embargo una aclaración no vendría mal. Hago alusión a estas lacras sociales quienes infunden el miedo a todo transeúnte, obligan a los conductores a realizar movimientos temerarios para salvarse de secuestros y viven para ser el ejemplo de futuros delincuentes.

Todos los días hay noticias policiales pero desde hace un buen tiempo llamaron mi atención varias en las cuales las “imperfecciones de la sociedad” regresarían a los ya abarrotados penales luego de haber obtenido su libertad hace exactamente una semana.

Si eso no es realmente espantoso y alarmante, no sé qué podría serlo. Estar privado de la libertad, ansiar regresar con los seres queridos y volver casi de inmediato a las mismas humillantes condiciones.

Lo peor es que causan daño a la sociedad y sus habitantes, saturan los centros penitenciarios (por lo cual el gobierno está obligado a mantenerlos) y nunca saldrán de esa infecta enfermedad, por lo que muriéndose causarían un bien a la humanidad.

Mucha Presión

Según San Juanka

Había pasado mucho tiempo desde la última reunión. Teníamos muchos temas pendientes y escaso tiempo para conversar de todo. Conforme pasaban los minutos, los chicos caían gota a gota como si el último que lo haga fuera a llevarse un premio.

Como ocurre en toda reunión, el anfitrión no puede quedarse callado mientras los invitados llegan cada vez más tarde y como el anfitrión de esta tertulia era yo, no se me ocurrió mejor tema para sazonar el ambiente que preguntar por el trabajo actual o en su defecto por el último que tuvieron.

Pero nunca falta uno con alguna ocurrencia súper divertida. Al salir a recibir a esta persona (de quien no mencionaré su nombre porque podría perder una amistad) y preguntarle por su último trabajo, éste me respondió muy seriamente que estuvo en un call center; es decir, vendiendo algún producto vía telefónica a Perú o algún otro país que también hable español y que evidentemente le pagan más mientras más venda.

Sin embargo, al preguntarle el motivo de su salida, mi amigo dijo que él mismo renunció porque tuvo unos problemas con su jefe, ya que éste le ponía “mucha presión” en el trabajo.

Al mencionar el tema “presión”, rápidamente me entró la curiosidad por saber a que se refería; por lo que le pregunté cuál era esta presión que mencionaba. Sus palabras exactas fueron las siguientes: “Lo que pasó es que cada vez que hacía una venta, me exigía que haga otra, pero así no es la cosa pe tío.”

Al parecer, este amigo mío no sabe cuál es el objetivo de vender los productos de una empresa.

Un día de relajo, otro de preocupación

Según San Juanka

Ayer fue excelente. Todo el día fuera de la casa gozando de tranquilidad, armonía y olvidando las preocupaciones. Un día que desde hacía mucho no disfrutaba de esa manera.

Desde temprano me despertaron para ir a la piscina con toda la familia. Comienzan los preparativos y ultimando las cosas que se deben llevar: toallas, bloqueadores, gorritos, sombreros y varios panes rellenos con algo para que sean nuestro sustento de toda la acogedora jornada. Todo listo para salir y comienza la aventura.

Al llegar a la piscina dejo atrás lo cotidiano y citadino para dedicarme a chapotear, broncearme, relajarme, recrearme, hacer algún deporte y pensar en la absoluta nada. De sólo pensarlo quisiera volver a repetirlo.

Al atardecer y de regreso en casa pienso en tomar una ducha, ordenar las cosas y descansar unas horas. Al despertarme, completamente despejado y con algo de flojera, veo televisión, como algunas cositas para regresar al vicio de la tv.

Hoy en la mañana, cuando ya todo había pasado, reviso mis papeles y me doy con la sorpresa que necesitaba el día de ayer para hacer un trabajo sin contratiempos; sin embargo, ahora estoy realmente preocupado por esta labor.

Las apariencias engañan

Según San Juanka

Elegancia excesiva. Camisas y corbatas sin una sola raya. De derecha a izquierda: sacos y ternos perfectamente abotonados con una rigidez impresionante. Zapatos recién salidos de la tienda y en algunos casos la cara del dueño dejaba su huella en ellos. No cabía un solo alfiler.

Salvo una persona que marcaba notoriamente la diferencia. Zapatillas blancas, pantalón jean descolorado y un polo con cuello redondo. Ah pero eso sí: bien peinado y limpio. ¿Tienen idea de quién se trata? Pues se trataba de mi persona, quien – por aumentar mis conocimientos – fui a una conferencia sobre economía, la misma que tuvo como antesala una condecoración especial al mismo expositor.

Pese a conocer del tema (la condecoración en mención) y por cuestiones de comodidad, llegue al lugar como me gusta vestirme. Por si fuera poco, me coloqué en primera fila y al parecer era un asiento reservado porque momentos después estaban armándose de valor para decirme las cosas, pero como no tuve intención de hacerles caso (además que ya no había asiento disponible), se guardaron esas palabras.

Pero ahí no quedo todo porque llegó un momento en que las personas de mi costado cruzaron ideas que a la larga les hizo perder una parte de la conferencia y por subestimarme, no me preguntaron nada pese a que entendía las cosas mejor que aquellas personas.

Al finalizar la reunión y para no quedarme con fastidiado, me acerqué a estas personas, me presente y posteriormente les obsequié una tarjeta a cada uno.

Su rostro de sorpresa fui lo último que pude ver cuando se enteraron que a mi corta edad tenía los mismos estudios que estas elegantes personas.

Le voy a decir a tu mamá

Según San Juanka

Aquella frase con la que todo niño comenzaba a temblar por las quejas y travesuras que los vecinos les contarían a los anegados padres, quienes a ojo cerrado preparaban la correa al verte llegar sin darte el mínimo chance a refutar tu versión de los hechos.

Incluso, solo después de la golpiza y luego de un rato que se les pasará la encorajinada a los progenitores, uno podía preguntar por el motivo de la nueva “caricia”.

Sin embargo, mientras los niños dejan de serlo, estas llamadas de atención disminuían considerablemente para reprimir a los futuros ciudadanos, quienes tampoco tendrán el valor de reclamar cuando algo sea justo.

Pero como toda regla tiene su excepción, en esta oportunidad – como en muchas otras – me tocó ser la alteración a la norma, ya que conforme crecía y mi razonamiento se volvía agudo y perspicaz, cruzaba diálogos con personas bastante mayores que yo, los mismos que al sentir sus argumentos desbaratados por un muchacho, continúan teniendo la osadía de decir que soy un malcriado.

Es más, en el colmo de la desesperación se atreven a amenazarme con que le dirán a mi mamá lo “grosero” que fui (si supieran que ella no va a hacerme nada).

Ciertamente, cansado de esta repetitiva situación, la semana pasada que fue la última vez en que escuché esta frase: “Le voy a decir a tu mamá”, respondí irrisoriamente que se apure porque en caso contrario, yo se lo diría primero.

Aguas frescas

Según San Juanka

Barriga llena, corazón contento. Es decir, luego que uno termina de almorzar se siente con una tranquilidad indescriptible, lo que conlleva a sentirse feliz y contento.

Aquel día y en los venideros, alejado del hogar, satisfacer el apetito era la prioridad que más urgía. Y con la sensación de ser un huevo frito en medio de un ceviche de pota, desconocía dónde habría un restaurant cercano.

Pero como dice el conocido refrán: preguntando se llega a Roma, lo mismo hice y llegué a un mercadito bastante variado. Viendo los diversos potajes decidí quedarme en uno de los puestos donde el olor jugoso de un lomo saltado me hipnotizó.

Sin el tiempo persiguiéndome y con las obligaciones casi concluidas, merendé muy despacio, tanto así que fui el último cliente del lugar e incluso miré a la misma dueña del local almorzar.

Cuando una de sus empleadas le preguntó si quería refresco, el mismo del cual pedí repetición por su buen sabor y frescura, la señora respondió orgullosamente: “No. Dame agua de la tetera porque quiero tomar agua hervida.”

Al escuchar esa negativa frase, pensé: Si no me enfermo en el transcurso de la tarde, al día siguiente regresaría a almorzar al mismo lugar.

Para suerte mía, no me pasó nada y ahora encontré una casera que cada día me sirve mejor.

Amantes del dolor

Según San Juanka

Pese a las constantes derrotas de nuestro tan desazonado fútbol no me cabe en la cabeza por qué los peruanos seguimos con elevadas expectativas cuando la blanquirroja entra a la cancha.

Desde que tengo uso de razón, el único deporte del cual escuché comentarios (por lo general negativos) es aquel en donde el mundo entero se paraliza cuando hay un mundial y el árbitro da el silbatazo inicial para que ruede la redonda.

Si bien es cierto, en toda losa deportiva, cancha de fútbol y pista poco transitada no falta un grupo de jóvenes, quienes con la creatividad de colocar un par de piedras a una determinada distancia, practican uno de los deportes más anhelados del mundo entero.

No obstante, nuestra selección al igual que nuestra pobre educación se ubican en los últimos lugares a nivel latinoamericano y mundial. Pese a ello, miles de entradas son vendidas cuando un seleccionado extranjero viene a vapulearnos y humillarnos.

Es decir, somos una sociedad amante del dolor porque a pesar de saber que nos sentiríamos mal, renegaríamos y hasta nos dolerá el hígado, continuamos con muchas esperanzas que algún día seremos mejores que los argentinos, brasileros o cualquier otro país europeo.

Ahora me pongo a pensar, ¿acaso las personas no saben o no se enteraron que tenemos campeonas de surf (Sofía Mulanovich) o box (Kina Malpartida) y que son peruanas? Parece que aun no les llega esa información porque ni el más desequilibrado de las personas continuaría siendo tan hincha como para dejar todas sus fuerzas en algo que no se los retribuirá.

Ojala que a partir de este espacio, los peruanos tomemos conciencia que no solamente podemos alegrarnos por un deporte que hace décadas no nos deja ninguna satisfacción y mas bien tenemos otros motivos para poder sentirnos orgullosos.

Chamba es chamba

Sabiendo que su contrato llegaba a sus últimos días y sobre avisado que no le renovarían como en otras oportunidades, mi amigo y casi hermano imaginaba, con una mínima de esperanza, que el día 30 de ese mes ocurriría un pequeño milagro.

Pero nada de eso ocurrió. El viernes 30 de ese mes no toqué el teléfono para absolutamente nada, pensando que en algún momento mi amigo llamaría para contagiarme de su eufórica alegría, no obstante el celular quedó mudo.

Ante tanta intriga, lo llamé al día siguiente para confirmar lo ya anunciado.
- Habla Juanka – dijo una voz del otro lado del auricular.
- Y, ¿cómo te fue? – pregunté casi de inmediato.
- Nada. No pasó nada, pero será motivo para reunirnos en estos días.

Luego de unas palabras, acordamos que nos comunicaríamos apenas organice mis horarios.

Efectivamente, al planificar mis actividades, lo vuelvo a llamar; pero al proponerle el domingo siguiente como día del encuentro; éste me sorprendió al decirme que no podría porque le había salido una chamba en la casa de su tío como “asesor de varios asuntos”, lo cual lo mantendría ocupado todo el día.

Al escuchar el tan rimbombante nombre del trabajo, cruzaron mis dudas sobre la veracidad del mismo, por lo que en forma jocosa, le dije: “¡Ah! Vas a pintarle la casa” – frase continuada de una carcajada.

Al oír la frase, mi amigo también se rió, aunque de forma muy fingida porque al final admitió que había dado en el clavo.

Para levantarle los ánimos, le indiqué que no tiene de que avergonzarse porque chamba es chamba.

En contra de la poesía

Según San Juanka

El arte en sus múltiples formas es agradable y sumamente bello, sin embargo, toda regla tiene su excepción. En este particular caso, se trata de una habilidad artística enigmática para muchas personas: la poesía.

Si bien es cierto, el simple hecho de pararse en una esquina a leer los periódicos del día se convierte en un arte para muchas personas, otro buen número de éstas prefiere hacerlo con un buen libro, el cual puede leerlo sin dificultad en casa, la oficina, en el centro de estudios o hasta en el bamboleante y antiguo vehículo de transporte público.

Sin embargo, no ocurre lo mismo cuando una persona X desea movilizar un poemario cualquiera de su casa a algún otro lugar porque esta expresión artística solamente se puede desarrollar a plenitud en un ambiente óptimo; es decir, sin ruidos, ni movimientos y con una concentración extenuante para el lector.

Además, al deleitarse con un cuento, una novela o una obra de teatro, la imaginación de uno comienza a tener actividad, recrea internamente la situación, el contexto y hasta la caracterización y diálogo de los personajes; y en muchos de los casos, las personas nos sentimos identificados con el personaje principal de la obra, llegando, incluso, a vivir intensamente cada instante de la obra.

Sin embargo, en la poesía no ocurre lo mismo porque simplemente nadie se identifica con el tema (ojo que no digo personaje porque en varias ocasiones no existe uno como tal, sino que es reemplazado por la belleza, la vida, el amor y otros de similar corte, los mismos que no dejan nada a la imaginación).

Otro desdeñable punto del porque odio la poesía es cuando, por “conquistar” a una mujer, muchos hombres se esmeran por estar colgados de Internet y descargar cantidad de textos largos, aburridos y escritos por otros esperando encontrar el adecuado para su musa inspiradora (como si cada uno no tuviera algunas neuronas en actividad para poder escribir un par de líneas aceptablemente redactadas y conseguir que el amor del momento caiga como mantequilla).

Incluso, si en algún momento se me cruzaron los chicotes y me dio por intentar apasionarme por este antiguo arte fue cuando creí estar algo enamorado, pero al comenzar con la lectura de cualquier poema, no pasaba de ese punto; es decir, sólo leía algunas líneas, no me llamaba la atención y por último, yo mismo buscaba pensar en cualquier otra trivialidad como el desayuno del día anterior.

Es mas, al igual que yo, muchas de las personas al leer un poema no entienden nada de nada, salvo las palabras como unidades del lenguaje, lo cual se convierte en un elemento bastante insignificante.

Por último, tanto detesto a la poesía que las veces que intenté redactar tres líneas coherentes, hice cuatro mal hechas, sin pies ni cabeza y, por si fuera poco, ninguna de estas líneas guardaba relación con alguna de las otras tres.

La pregunta del millón

Según San Juanka

¡Ay mi abuelo!

Si bien es cierto, toda persona de la tercera edad tiene algunos problemas con la memoria, cabe resaltar que, según mi parecer, ninguno se olvida las cosas tan rápidamente.

Hace unos días, llamó mi abuelo quien estaba de viaje en Sayán. Para mi suerte, fui el afortunado quien levantó el auricular de la casa y crucé algunas frases con sentido con mi octogenario predecesor.

Luego de unos minutos de haber pasado lista a toda la familia, era mi turno.

– ¿Cómo estás, hijito? – fue la primera pregunta del padre de mi padre.
– Bien – le respondí – hace un rato me acabo de despertar.
– ¡Ah que bien! ¿Y estás en la casa?

Ante esa pregunta, no supe si reír o responderle de manera burlesca; pero recordé que la memoria de mi abuelo andaba algo frágil, aunque hasta ese momento no creía que tanto.

Espero que al paso con que va, no se olvide, la próxima oportunidad que me vea, que yo soy su único nieto.

A comer chancho

Aunque suene extraño por el pánico mundial ocasionado por la gripe porcina y las drásticas medidas de seguridad tomadas en las fronteras de muchos países vecinos, afirmo categóricamente que ahora más que nunca debemos comer chancho hasta hartarnos.

Algunos dirán que estoy loco por pensar de esta manera; sin embargo, lo que ocurrirá en los próximos días dejará diversos resultados a la humanidad.

Consecuencias, ¿positivas o negativas?
Temor y pánico generalizado en toda la población. Incluso, a la fecha, varios países declararon estado de emergencia, extremando sus medidas de salubridad.

Además, una gran cantidad de personas habrán dejado de existir una vez que se controle por completo este mal que podría ser tan mortal como lo fuera el cólera en Perú.

Asimismo, el precio del chancho bajará considerablemente (por miedo a contraer el mal) y como consecuencia, subirá el pollo.

Sin embargo, como hasta el momento no se ha determinado con seguridad que esta famosa gripe haya llegado a Perú, tenemos la “chance” de abastecernos con carne de porcino de primera calidad y muy barata, asegurándonos que no nos contagiaremos con esta temible enfermedad.

Además, ¿quién no ha disfrutado en alguna ocasión de los tan sabrosos chicharrones? ¿O del tan ansiado asado nadando en jugo? Pues desde esta tribuna creemos que muchas de las personas se deleitaron en alguna ocasión con algunos de estos manjares.

Pero antes de dejarlos hasta una próxima oportunidad, recordarles que llenen el refrigerador lo antes posible porque luego de algún tiempo, no se sabrá lo que podría ocurrir.

Primero las mujeres

Según San Juanka

Datos curiosos que con el pasar del tiempo cambian su sentido original y actualmente le damos un significado completamente distinto.

Por ejemplo, la tan conocida frase: “Primero son las mujeres”, proviene de épocas tan remotas como la edad de piedra. Incluso era tan peligrosa (para las mujeres) como la muerte.

Cuando nuestros antepasados aun divagaban por el jardín helado llamado Tierra (luego de la primera glaciación) buscaban un refugio – llámese caverna – para cubrirse de las inclementes condiciones climáticas y de las fieras salvajes que cohabitaban con ellos.

El que llega primero, se lleva la mejor parte.
Debido a que no solamente el hombre era quien buscaba resguardo, cada vez que un grupo de nómades llegaba a la entrada de su posible hogar, siempre cabía la posibilidad que algo les haya ganado la puesta de mano. Este “algo”, era casi seguro que se trataba de un feroz y hambriento tigre.

En tal sentido, para resguardar la seguridad de todo el grupo, el patriarca ordenaba a una de las mujeres que entrase primero para inspeccionar el lugar.

Evidentemente, si no salía era porque se convirtió en la cena del animal que vivía en esa cueva. Por el contrario, si regresaba con los suyos, era porque ahí dentro no existían problemas de seguridad.

Actualmente, esa frase dio un giro de 180º y es utilizada para demostrar la caballerosidad de los hombres.

¿Cómo cambian los tiempos, no?

jueves, 8 de abril de 2010

Primeras experiencias cerveceras

Según San Juanka.

¿A los cuántos años probaron por primera vez alguna bebida alcohólica? Es muy posible que la mayoría responda entre los 12 (para los muy avezados) y los 15 (para aquellos más tranquilos).

Y también recuerdan los clásicos síntomas ocasionados por aquella travesurilla juvenil: mareos, dolor de cabeza, inestabilidad para andar y hasta mantenerse de pie. Eso sin olvidarnos de la dificultad para abrir los ojos y lo gracioso que sonamos al intentar comunicarnos sin decir a todos – a si no los conozcamos – que son nuestros mejores “patas”.

Pero, no cabe duda que en pleno sigo XXI la juventud actual es sumamente adelantada a la época.

En una de las últimas reuniones familiares – celebrando el cumpleaños de una tía “joven” – no faltó nadie: tíos, primos o sobrinos, e incluso algunas amigas de la familia. Como ya es costumbre, la comida agradable se había organizado con tiempo, pero más rápido se organizó el viaje a la tienda de la esquina para las respectivas “provisiones” del día (algunas refrescantes cervezas).

Pasadas las horas, los envases vacíos quedaban de lado y todos los presentes conversaban como si nada hubiese pasado. Hasta los más pequeños seguían divirtiéndose.

Pero hubo una de apenas 10 años que tenía mucha sed y en vista que nadie le servía gaseosa, solucionó el problema de manera poco ortodoxa: tomó un vaso transparente y comenzó a reunir todos los conchos de cerveza, pero como al probarlo le pareció desagradable, lo combinó con algunos sobrantes de gaseosa negra.

Lo más sorprendente es que nadie se daba cuenta de ese contenido, hasta que le sirvieron un pedazo de torta y tuvo que darle el vaso a su papá, quien por no soportar la sed, ingirió el sobrante de este brebaje.

Para suerte de ella, su papá creyó que alguien le dio el vaso a su retoño, incluso me dijo que lo terminara porque no sabía de quién era. Cuando lo recibí, recordé que en numerosas ocasiones había visto a mi pequeña prima detenerse y beber de ese vaso.

¡Felizmente nadie más se enteró!

Ah me olvidaba, prima nunca tuvo el menor síntoma de haber provado ni una sola gota de alcohol.