miércoles, 13 de julio de 2011

12 de julio

Según San Juanka

Durante 24 años, los 12 de julio eran motivos de alegría. Sea cual sea el día, siempre despertaba temprano, me lavaba e iba corriendo al dormitorio de mis padres para saludar, antes que todos, a mi querida ´viejita´ por su cumpleaños.

Así es, el 12 de julio es el onomástico de mi madre donde su experiencia sigue consolidándose, al igual que el kilo de años que lleva encima.

Aun si teníamos que ir a trabajar o estudiar y estar fuera de casa, lo mínimo que hacíamos, como familia, era compartir un placentero desayuno con risas, carcajadas y algún comentario propio del momento. Y cuando en más de una ocasión se dilataba por tratarse de día no laborable (sábado o domingo), no importaba porque estábamos en el cumpleaños de mi madre.

Pero en el 2011, cuando se cumplían 25 años de esta celebración ininterrumpida, los sentimientos de felicidad y alegría se vieron opacados y mezclados por sus antagónicos: pena y tristeza.

Aquel día fue martes y antes de poder despertarme, llegan a mi dormitorio a decirme que una llamada en horas de la madrugada nos enlutó con el fallecimiento de mi abuelo.

En el acto se me fue el sueño, pero llegó la nostalgia y congoja.
¿Qué sentir? La alegría por mi madre y la tristeza por mi abuelo. ¿Cuál pesa más?

Muchos recuerdos de él también llegaron. Lo único que me hacía sentir menos triste es que el octogenario no sufrió en demasía. Desde hace un mes, o tal vez un poco más, la llama de su vida fue extinguiéndose y no por enfermedad, sino por vejez.

Ahora solo sé que los 12 de julio serán una fecha más especial.

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