viernes, 14 de febrero de 2014

Encontrando la felicidad


Muchos dicen que la vida es dura, injusta, los trata como perros, les paga mal e, incluso, la maldicen por no haberles dado las oportunidades que se merecen. Al parecer están lejos de vivir tranquilos consigo mismos.

Otros, en cambio, no manifiestan una posición tan radical al respecto, aunque tampoco parecen tan contentos con la vida misma: el trabajo es una aburrida rutina en donde se sienten explotados al no hallarse satisfechos por las labores que realizan, no tienen el dinero suficiente como para divertirse a lo grande todas las semanas, tuvieron hijos a una edad prematura – en donde no terminaban de ser hijos de mamá (falta de madurez) – quemando etapas y consiguiendo una desestabilidad familiar ya que con su pareja solo son discusiones debido a que no la conocían internamente. Es más, otros se quejan, incluso, porque estudian mucho o porque, simplemente, el estudio no les da tiempo para sus diversiones.

Por el lado contrario, hay quienes creen que la felicidad se alcanza al tener más logros como estudiar en los colegios, institutos o universidades más costosos, tener muchos estudios, conseguir uno, dos o tres trabajos en donde la paga supere los 5, 8 o hasta 10 mil soles mensuales – por los cuales, muchas veces se suele descuidar a la familia por la sobrecarga laboral.

Aunque no se puede negar que uno puede sentirse satisfecho, es innegable que aún existe un vacío que no se llega a cubrir.

Luego de muchas horas de reflexión, concluí que la verdadera felicidad se consigue con la paz espiritual en donde un ser supremo y fuerzas sobrehumanas te “llenan como persona”. Ahora bien, si esta alegría logra materializarse, se puede concluir que uno se siente y es verdaderamente feliz.

En mi caso, puedo asegurar que soy plenamente feliz porque, adicional a las cosas materiales que he podido conseguir o que la vida me ha dado, Dios ha puesto en mi camino a Marisol La Rosa Arriaga, mi enamorada, confidente, consejera, amiga; en fin, todo lo que puedo pedir y he pedido desde toda la vida al Señor Supremo (Dios).

Es evidente que ando muy enamorado de ella y no solo por una cuestión física o carnal, sino porque tiene las características que siempre he buscado: que me sepa comprender (porque, la verdad, soy un tanto complicado para que me entiendan y solo mis verdaderos amigos y Marisol lo han hecho), que me tenga paciencia (porque puedo ser desquiciante), que me oriente en mis decisiones (porque no siempre hago lo correcto), que me dé calma (porque antes de estar con ella me encolerizaba rápidamente), que nos gusten las mismas cosas (aunque no siempre todas) y sobre todo que nos comprendamos en la forma en la que lo hacemos. Y, aunque, eventualmente, hayamos tenido alguna discusión, rápidamente lo solucionamos y, en menos de dos horas, estamos como si nada hubiera pasado; incluso, pasan unos días y hasta olvidamos el motivo por el que habíamos discutido.


No sé lo que pueda pasar más adelante, pero sé que, con Marisol, he encontrado la felicidad y doy gracias a Dios por haberme permitido sentir esta emoción.